La educación superior a la educación superior









Sobre la felicidad (año 58 d.C.), por Lucio Anneo Séneca. 

Capítulo 1. La opinión común y el acierto:


    Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felices, pero al ir a descubrir lo que hace feliz la vida, van a tientas, y no es fácil conseguir la felicidad en la vida, ya que, si uno se ha equivocado de camino, si uno va en la dirección contraria, se aleja más de ella cuanto más la busca, y cuanto más rápido se la busca, más aumenta la distancia. Hay que tener claro, primero, lo que queremos; luego se ha de considerar por dónde podemos avanzar hacia ello, y veremos por el camino, siempre que sea el bueno, cuánto se adelanta cada día y cuánto nos acercamos a aquéllo a lo que nos impulsa un deseo natural. Mientras demos vueltas de acá para allá sin seguir a otro guía que los rumores y los clamores discordantes que nos llaman hacia distintos lugares, se consumirá entre errores nuestra corta vida, aunque trabajemos día y noche para mejorar nuestro espíritu. Hay que decidir, pues, a dónde nos dirigimos y por dónde, mejor con ayuda de algún experto que haya explorado el camino por donde avanzamos, ya que aquí la situación no es la misma que en los demás viajes; en éstos hay algún sendero, y los habitantes, al poder preguntarles, evitan el perderse; pero aquí el camino más frecuentado y más famoso es el que más engaña. Nada importa más que no seguir, como ovejas, el rebaño de los que nos preceden, pues éste no va a donde queremos ir, sino solamente a donde se va. Y ciertamente nada nos lleva a mayores males que hacer caso a lo que se cuenta, creyendo que lo mejor es lo asentido por muchos, y tener por buenos los ejemplos numerosos y no vivir racionalmente, sino por imitación. De ahí esa aglomeración tan grande de personas que se precipitan unas sobre otras. Lo que ocurre en una gran catástrofe colectiva, cuando la gente se aplasta entre sí, que nadie cae sin arrastrar a otro y los primeros llevan a la desgracia de los que siguen, eso puedes verlo suceder en cualquier vida; nadie yerra sólo por su cuenta, sino que es causa y autor del error ajeno. Es dañoso, pues, pegarse a los que van delante; y como todos prefieren creer a tener que juzgar, nunca se juzga cuando se trata de la vida, sino que siempre se cree, y nos pierde el error que pasa de mano en mano. Perecemos por el ejemplo de los demás; nos salvaremos si nos separamos de los muchos. Pero la gente, en defensa de su mal, se enfrenta con la razón...

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