La estética protestante y el espíritu del manorreglismo

“Baila cuando estás totalmente roto. Baila cuando rompas las vendas. Baila en el medio de la pelea. Baila en tu propia sangre. Baila porque eres completamente libre." Rumi, Masnavi (1273)


"Dios predestinó, por su propia gloria y muestra de sus atributos de gracia y justicia, a una parte de la raza humana, sin mérito personal, a la salvación eterna, y a otra parte, en justo castigo por sus pecados, a la condena eterna.
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Si estamos en comunión con Cristo, tenemos prueba suficiente y fuerte de que nuestro nombre está escrito en el Libro de la Vida.
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No hay peor pantalla para bloquear la luz del espíritu que nuestro propio entendimiento. 
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Has de someterte al sufrimiento supremo, para descubrir la felicidad".

Juan Calvino, La institución de la religión cristiana (1536).




  Volvemos a la horología, Ginebra es la ciudad de los más prestigiosos relojeros. Con la conversión (1536), allí fueron llegando refugiados protestantes franceses y unos cuantos resultaron ser de ese oficio. El reloj de bolsillo había sido desarrollado recientemente, era la novedad del momento como ahora pueden serlo los móviles. Eran gente con éxito, gente de posibles que podían permitirse un traslado. No sólo iban relojeros, también joyeros y muchos otros, pero cuando el gobierno guiado por Calvino prohibió las joyas y todo lujo, pero no los relojes de bolsillo, estos pasaron a ser la mejor opción; quien no sabía, aprendió a hacerlos. La minuciosidad en el trabajo sobre la propia sociedad crecía en consonancia, hacia la sociedad sincronizada, en la que cada cual estaría en la misma página y el mismo minuto, algo especialmente útil en aquella Ginebra, toda vez que también se prohibieron las campanadas de las iglesias. 




   Ginebra, en el 1500, tenía unos 10.000 habitantes, que los refugiados religiosos aumentaron hasta 20.000 para 1553. Era gris, de calles estrechas, edificios idénticos, altos y de pequeñas ventanas. Estaba dividida en dos partes, una a cada lado del río, ambas amuralladas; en una parte vivían hacinados la gente común, en la otra vivían igualmente hacinados los notables. Hoy en día, de ello apenas queda el trazado de las calles. El lugar se hizo nuevo en épocas posteriores.
La belleza épica del paisaje, del lago Lemán y las grandes montañas nevadas, era negada por tal urbe umbrosa. Parece natural que éste fuese el lugar elegido por el puritanismo para nacer. Su acceso al puesto de privilegio de la ciudad neutralla ciudad del refugio, que desde hace mucho ostenta, pasó por su presencia como la Roma protestante y Nueva Jerusalén.
  Desde que Roma se hizo cristiana, no se pretendía que todos interiormente creyeran. Pero el que la fe fuese la misma, la unidad de la fe, era una cuestión pública, y quien la discutiese en público, escribiendo libros o aireando sermones, era visto como peligroso. Para hacer quemar a Miguel Servet, descubridor del funcionamiento de la circulación sanguínea, Calvino se apoya en el decreto de Justiniano del siglo VI que ordena quemar a quien niegue la Trinidad. Lutero, Calvino y los demás, desde el momento de su abandono de la Iglesia católica, son perseguidos, y eso pesa en su agresividad dogmática. Siendo imposible el arrepentimiento, el grupo tiene que ser una roca sin fisuras. Ginebra parece un lugar de libertad, pues allí huyen los que la buscan, pero también el infierno parece libertad desde el purgatorio. Fueron posiblemente varios cientos los quemados en la hoguera en Ginebra por el régimen calvinista y algunos más los expulsados, por no aceptar el nuevo credo. Sólo tenemos datos completos de cinco años, 58 quemados en la hoguera y 76 expulsados. A esto hay que sumarle numerosas multas religiosas. Blasfemar es motivo de ellas, como lo es bailar, cantar canciones que no sean salmos, vestir ropa roja, comer demasiado, jugar a las cartas, leer libros de caballería, alegrarse en general o ser llamativo, dado que todos los deseos humanos son malvados, pues nada bueno surge de una naturaleza corrupta,... y el hombre nace en la más completa inmundicia. (Calvino, La Institución). Un cuerpo de guardianes se encarga de la vigilancia, que incluye el interior de los hogares. Gran parte de los habitantes son afectados de un modo u otro por la purificación. Los héroes que habían logrado la independencia, los pobres, los ricos, pocos se libraron.
  Aparecen de vez en cuando los personajes así, como llevados por el espíritu de los tiempos, con un mensaje de renovación del poder espiritual existente, en un combate contra la hipocresía, y como las personas somos hipócritas pero queremos vernos como íntegras, les escuchamos y si son hábiles les damos la razón, hasta que toman el poder, pues nadie se lo puede negar.


  Juan Calvino era un joven francés peculiar, ávido lector, marcado como sodomita (llevaba marcada a fuego una flor de lis en un brazo por este motivo), presto a disentir, amante de la soledad y valiente ante la desgracia. No se puede decir que fuese un mal tipo, pues creía en la bondad de sus propósitos y se vio en un lugar que no había exigido. 
Aquí sobre su Vida, y hechos de Ginebra en francés, aquí numerosos resultados en español.

La francófona Ginebra había estado gobernada por un obispo desde el siglo XI. Cuando se separa del ducado de Saboya adopta inmediatamente el protestantismo (1536), y pasa a ser gobernada de forma aproximadamente democrática, como las otras ciudades de la Confederación Helvética a las que se desea unir. Estas otras ciudades (Zurich, Berna las principales) ya se habían declarado protestantes, y cada uno tenía a su lider religioso de habla alemana. Estaba listo el sitio y faltaba su ocupante. Fue pasar por ahí Calvino y tirarle de las mangas para que se quedase. Hablaba muy bien, no había nada bíblico que no supiera de carrerilla. Al principio sufre una importante oposición (le insultaban por la calle, le tiraban cosas podridas), lo que le lleva a un paso intermedio de tres años por Estrasburgo; pero incluso estando allí era considerado el guía y pastor de la ciudad, que lo fue desde 1536 hasta su muerte 28 años después.
  Tenía su propia interpretación de la Biblia. El libre examen había dado paso al correcto examen, y el suyo versaba sobre el rechazo frontal a la Iglesia Católica, la miseria natural del hombre, la predestinación y la idea de la elección divina.
 Fundamentaba tal idea en la elección del pueblo judío del Antiguo Testamento. Igual que Dios eligió a los judíos, elige a los suyos, una minoría de personas que reciben las claras señales de la gracia de Dios. Uno de ellos era él. Los demás están condenados al infierno de antemano (los primeros, los judíos). Para los elegidos, se debe dar a conocer el mensaje, para los otros, los depravados, se debe hacer un control a rajatabla, quizás aún tienen posibilidades, y ante todo se les debe enseñar a comportarse.

  Este es sólo uno de los pilares de la educación obligatoria que se implanta en Ginebra. El primero es el reformar a la reacia población católica, a la manera que vimos en Estrasburgo. Uno más es difundir en otros lugares el protestantismo, en su versión llamada calvinista o más adelante, puritana. Los más válidos de los educados entraban en una Academia, cuyo objeto era formar predicadores para convertir a la población católica de otros lugares, principalmente Francia. Allí el activismo prendería en la forma de los hugonotes, pero tuvo más éxito en Holanda y en Escocia, que serían los primeros lugares extensos en imponer una educación total, por entero basada en la que Calvino y los suyos impartían en Ginebra.

  La escuela obligatoria de Ginebra funcionaba de la siguiente manera, según su ordenanza de 1559:


  La principal función de los maestros es la instrucción de los fieles en la doctrina verdadera, con paciencia y tacto. Los sexos están separados en escuelas distintas. Las niñas sólo tienen que aprender a leer y escribir. Hay 7 cursos, por nivel y no por edad. Las clases son cada día de la semana salvo el domingo, comienzan a las 6 de la mañana en verano y a las 7 en invierno, y terminan a las 6 o 7 de la tarde. Algo fijo cada curso son cuatro clases de teología, una por cada Testamento. Además, cada catorce días se va a la iglesia a recibir catequismo (un catequismo impreso en 50 páginas elaborado por el propio Calvino), que deben saber perfectamente, no sólo los alumnos sino también sus padres (bajo pena de excomunión de no lograrlo). Los alumnos tienen que estar presentes salvo causa mayor, tienen que ser comedidos en su comportamiento y diligentes en el aprendizaje. La indiferencia o la rebeldía lleva a castigos físicos, que son realizados cada día en presencia de los demás a las cuatro de la tarde. Después de los castigos, los alumnos recitan el Padre Nuestro en francés, la Confesión de la Fe (otro texto de Calvino, largo) y los Diez mandamientos. Los miércoles por la mañana escuchan el sermón y posteriormente responden a un cuestionario sobre el sermón. El sábado por la mañana se escuchan las exposiciones de los alumnos, y por la tarde hay un refuerzo de catequismo de tres horas. El domingo hay otro, tras la misa.
  En el primer curso los alumnos aprenden el alfabeto francés y latino, y han de ser capaces de pronunciar ambos correctamente. En el segundo ya deben ser capaces de escribir, además deben conocer las declinaciones y conjugaciones latinas. En el tercero deben ser capaces de leer las Bucólicas de Virgilio, y de escribir textos con sentido. En el cuarto, tocan las Cartas de Cicerón y varios textos de Ovidio, y se comienza con las declinaciones y conjugación del griego clásico. En quinto, se lee la Eneida, la Guerra de las Galias de Julio César y a otros. En sexto, se estudia historia con lecturas de Tito Livio, y los textos griegos de Jenofonte, Polibio y Herodiano. A su vez se lee en su griego original el Evangelio de Lucas. En séptimo, dialéctica y retórica con Cicerón y Demóstenes, además de las cartas de Pablo en griego. El objetivo de esta educación clásica es principalmente dominar la retórica y declamación, para así poder proclamar mejor la palabra. Los alumnos tienen vacaciones durante tres semanas durante la cosecha del vino, y el primer viernes de cada mes, además de cada domingo, día en el que se prohíbe cualquier actividad no religiosa. Los exámenes son anuales, sólo uno, dura cinco horas, y consiste en la redacción de un texto sobre el tema propuesto por el profesor. Si se logran pasar todos los cursos, y tras una confesión de fe, se tiene acceso a la Academia, en donde serán formados como pastores.
  Desde 1536 hasta 1559 esto se impartía en cuatro escuelas distintas. En 1559 se inaguró la definitiva y única, el llamado Collège de Genève. Por buen sentido de la planificación urbana, el colegio se hizo junto a la nueva prisión de la ciudad, y por pura coincidencia, fue construído sobre un cementerio olvidado. Aún existe.



  Sólo podemos imaginar la enorme emoción que habían de sentir los primeros niños que iban a la socialización en este colegio. El escalofrío que recorría sus cuerpos camino de él, el vacío estomacal al cruzar sus puertas, la inmersión hipnótica en los discursos de los mayores, los amigos en excelencia y en desatención. La profundísima emoción. Los tiempos parecían pasar a una extensión de la misa a toda la semana y a todas horas. Esta fue básicamente la novedad que introdujo entonces la escuela obligatoria. Este era el futuro y es lógico que llegara de la mano del fanatismo religioso.

  También, todo sea dicho, el fanatismo introdujo un espíritu renacentista, a través de la lectura de los clásicos grecorromanos. Por ellos entraba en el colegio la libertad de aprendizaje antigua. Para la mayoría sería un tormento indecible. Lo que habían sido secretos, pasaban a ser losas, pero daban acceso a otras guías vitales, nada religiosas, más bien ateas. Durante siglos, buena parte de la más formal educación cristiana iba a consistir en el estudio de gente pretérita que ni eran cristianos, ni habían tenido una educación formal y cuyo mensaje común era: no te ciñas, sé un espíritu independiente. Sin embargo la primera escuela obligatoria ginebresa y la Academia que la continuaba no iban a ser muy fructíferas, aparte de serlo en predicadores. Su obligatoriedad tuvo altibajos; tras el tiempo de Calvino la sociedad perdió vigor religioso, y dos siglos después el ginebrés más célebre, Juan Jacobo Rousseau, de familia de relojeros, fue educado en casa.







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