Por qué leer a los clásicos


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Es el 47 del libro X de los epigramas de Marcial, escrito hacia el 100 d.C. Marcial era de Bilbilis, hoy en día unas ruinas junto a Calatayud. No sé si han ido ustedes por ahí, pero es un lugar sorprendente, que enseña, entre otras cosas, lo enorme que podía parecer Roma a las gentes que entonces la descubrían.
Sí fue a unas clases fuera de su casa, estudió gramática y retórica con algún maestro local. A sus padres les recriminaba que no le hubiesen criado como zapatero, de modo que no pasase la vida en la penuria, y por ejemplo aquí (Libro V, 56), ante la pregunta de un padre sobre la educación de su hijo, le responde

Te aconsejo que evites a todos los gramáticos y rétores, que no vea ni por el forro los libros de Cicerón ni de Virgilio, que deje a Tutilio con su fama. Como haga versos, deshereda al poeta. ¿Quiere aprender oficios de dinero? Procura que se haga citaredo o flautista de acompañamiento. Si el muchacho tiene visos de ser duro de mollera, hazlo pregonero o arquitecto.

Se queja mucho, pero no pasó a la memoria como zapatero ni como pobre, sino como poeta y charlatán con clase. Mucha. Lo cierto es que evidencia, tal cual en lo anterior, que hay distintas maneras de criarse. Desde luego a Marcial le hubiera chocado bastante que todos, todos los niños, estudiasen lo mismo, sin contar ni por un segundo con los padres. Tenían esclavos y lo que quieras, pero si eras libre, eras libre.
Estoy buscando leyes de imposición educativa en la historia de España. Si alguien conoce una de Roma, que por favor me la envíe, porque no la encuentro, y hablamos de unos 600 años. supongo que no la hay,  pero puede que me equivoque. Está el saber por qué no las había. No era necesario, seguramente. Sí hubo campañas de educación para niños pobres, que establecen escuelas para quien quiera llevar a sus hijos, y supongo que este es el germen, o la mitad del germen. Eso en otro momento. Ahora esta pregunta de por qué leer a los clásicos. Bueno, lo que les hace clásicos es que llaman al pan, pan, y al vino, vino. Parece fácil, pero no lo es. Es un poco como los refranes, pero mucho más elaborado, y es un poco como los niños, que dicen la verdad, porque todavía no han aprendido que la vida consiste en ir en el medio.
Entonces, bien, no se trata de aprender latín o griego. Siempre vas a quedar bien con las lenguas clásicas, y cada vez más, cuanto menos se conocen. Pero aprender un idioma es una aventura personal, y una lengua que nadie habla es cosa de héroes. En tiempos llevaban a escribanías y prelaturas, pero hoy en día lo que hay son magníficas traducciones. Con mi hijo hicimos unos pinitos, que quedaron en retoños, a ver si crecen un día, pero aquí el poema del principio, Las cosas que hacen feliz
Las cosas que hacen feliz, / amigo Marcial, la vida, / son: el caudal heredado, / no adquirido con fatiga; / tierra al cultivo no ingrata; / hogar con lumbre continua; / ningún pleito, poca corte; / la mente siempre tranquila; / sobradas fuerzas, salud; / prudencia, pero sencilla; / igualdad en los amigos; / mesa sin arte, exquisita; / noche libre de tristezas; / sin exceso en la bebida; / mujer casta, alegre, y sueño / que acorte la noche fría; / contentarse con su suerte, / sin aspirar a la dicha; / finalmente, no temer / ni anhelar el postrer día.




Y de regalo, enlazo aquí el precioso libro de Italo Calvino que me dio el título de la entrada:

Por qué leer a los clásicos

Y el comienzo de una de sus partes:

9. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad. Naturalmente, esto ocurre cuando un clásico funciona como tal, esto es, cuando establece una relación personal con quien lo lee. Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por respeto, sino sólo por amor. Salvo en la escuela: la escuela debe hacerte conocer bien o mal cierto número de clásicos entre los cuales (o con referencia a los cuales) podrás reconocer después «tus» clásicos. La escuela está obligada a darte instrumentos para efectuar una elección; pero las elecciones que cuentan son las que ocurren fuera o después de cualquier escuela. Sólo en las lecturas desinteresadas puede suceder que te tropieces con el libro que llegará a ser tu libro

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